El cierre de un gran discurso de Cristina no pudo ser mejor, sintetizando lo que fue enumerando a lo largo de más de tres horas en una conclusión: el hecho concreto y rotundo es que -cuando deje la Rosada el 10 de diciembre- dejará un país mejor que el que ella y Néstor recibieron, aquél 25 de mayo del 2003.
Una verdad tan contundente como el enorme y cariñoso respaldo popular que la rodeó al llegar y al irse del Congreso: ese cariño franco y sincero del pueblo llano (o por lo menos de buena parte de él) no se organiza con ningún aparato, ni se compra con ninguna prebenda. Y una cosa no se explica sin la otra: hubo cariño y hay respaldo, porque vivimos en un país mejor que el del 2003.
De hecho ese cariño expresa la gratitud por cosas tangibles y concretas, por derechos obtenidos o reconquistados, y por haber recuperado la esperanza, y la confianza en que es posible -desde la política- construir un país mejor; que crezca y progrese, pero como solía decir Néstor, con la gente adentro.
En un gobierno al que le queda por delante muchos menos de su mandato de lo que lleva transcurrido, y cuando el próximo 1º de marzo las sesiones del Congreso serán inauguradas por otro presidente, se imponía el balance no sólo del último año de gestión transcurrido, sino la proyección del repaso hacia todo el ciclo kirchnerista.
Tal cual es su costumbre, Cristina enumeró los datos duros; que en todo caso están allí por si alguien quiere contrarrestarlos puntualmente; pero más importante aun, refrescó la memoria sobre las líneas maestras del proyecto político que conduce: un Estado activo y presente donde haga falta (que ahora recuperará en plenitud la administración de los ferrocarriles), que recupera márgenes de maniobra eliminando el lastre del endeudamiento, para garantizar políticas activas que tendieron a fortalecer el empleo, los salarios, el tejido industrial; y desde allí articular otras que garanticen consumo, movilidad social, inclusión y redistribución del ingreso.
Cristina conduce un proyecto político que pudo arrasar con el 54 % en las elecciones del 2011 sin prometer nada, sino simplemente exponiendo lo que había hecho: creación de millones de puestos de trabajo, ampliación de la cobertura previsional, recomposición del SMVM, paritarias libres, nuevas leyes laborales, movilidad jubilatoria, AUH, 6,5 % del PBI en educación, repatriación de científicos, recuperación de Aerolíneas Argentinas o AYSA, juicios por la verdad, la memoria y la justicia, Conectar Igualdad, casi 2000 escuelas nuevas en todo el país.
Y desde entonces y en medio de todo tipo de dificultades, siguió sumando logros y realizaciones: recuperación de YPF, Procrear, Progresar, el ARSAT, Atucha II, el nuevo Código Civil y Comercial, las leyes del peón rural y del personal de casas de familia, entre otros.
No es poco, sobre todo cuando nos dicen que el kirchnerismo es solo un relato.
En ese marco y dando por sentado que nadie puede pretende que todos lo aplaudan, no deja de llamar la atención la pequeñez de una dirigencia opositora que -empeñada en hacer pucheritos de gente seria enojada para las cámaras- se privó de aplaudir logros como la disminución de la mortalidad infantil, o la cobertura gratuita de los medicamentos para los enfermos de SIDA.
Si algo vamos a extrañar de Cristina cuando concluya su mandato, será la forma de hablar sin pelos en la lengua, llamando a las cosas por su nombre, y al que le quepa el sayo, que se lo ponga; sea con la AMIA, los jueces, los medios o hasta la mismísima Corte Suprema: a Lorenzetti se lo notaba incómodo porque por primera vez las cámaras lo enfocaban, y no era para que se luciera con uno de sus habituales discursos.
La disyuntiva que planteó Cristina hacia el final de su discurso entre un país cómodo o incómodo para la gente o para cierta dirigencia política, supone todo un desafío para el "frente derogador": la gente que estaba en la plaza les exigirá definiciones respecto a que piensan hacer con muchas de las principales políticas públicas del kirchnerismo porque fueron beneficiados por ellas; pero esa condición la comparten con buena parte de su -presumible- base electoral propia.
Cristina dejó claro que, por más que insistan hasta el final de su mandato, ella no hará el trabajo sucio del ajuste, por lo que -si llegan al gobierno- tendrán que ser ellos los que asuman en plenitud la responsabilidad política de llevarlo a cabo, y de convencer a los que los voten de que es indispensable; aun cuando en el camino puedan ir quedando cosas que muchos suponen como definitivamente incorporadas a su estilo de vida, o fruto de la divina providencia o su carisma personal, pero que en rigor son el resultado de políticas públicas concretas; que el kirchnerismo impulsó y sostuvo por años.
Esos mismos que -como recordó la propia Cristina- se compran la pilcha o los electrodomésticos con el Ahora 12, o pueden usar la tarjeta Argenta porque obtuvieron la jubilación del ama de casa; y seguro tienen alguien en la familia que salió sorteado en el Procrear; pero la puteada al gobierno no se les cae de la boca: si eligen pegarse otra vez el cucurucho electoral en la frente (votando a un gobierno que vaya en contra de sus propios intereses), no nos reclamen después a nosotros.
Cristina dejó claro que, por más que insistan hasta el final de su mandato, ella no hará el trabajo sucio del ajuste, por lo que -si llegan al gobierno- tendrán que ser ellos los que asuman en plenitud la responsabilidad política de llevarlo a cabo, y de convencer a los que los voten de que es indispensable; aun cuando en el camino puedan ir quedando cosas que muchos suponen como definitivamente incorporadas a su estilo de vida, o fruto de la divina providencia o su carisma personal, pero que en rigor son el resultado de políticas públicas concretas; que el kirchnerismo impulsó y sostuvo por años.
Esos mismos que -como recordó la propia Cristina- se compran la pilcha o los electrodomésticos con el Ahora 12, o pueden usar la tarjeta Argenta porque obtuvieron la jubilación del ama de casa; y seguro tienen alguien en la familia que salió sorteado en el Procrear; pero la puteada al gobierno no se les cae de la boca: si eligen pegarse otra vez el cucurucho electoral en la frente (votando a un gobierno que vaya en contra de sus propios intereses), no nos reclamen después a nosotros.
Muchos de los que bancamos este proyecto y militamos para que continúe gobernando la Argentina preferiríamos discutir el futuro, y que el debate político nacional (incluso el interno) levante la puntería, para ponernos a pensar como profundizar el rumbo, y conseguir lo mucho que todavía falta.
Pero sin renunciar a eso, la realidad marca que -aunque quieran ocultarlo, y no lo puedan poner en palabra- los que aspiran a desplazar al kirchnerismo del poder -tanto por vía de operaciones destituyentes, como a través de las elecciones- expresan al país viejo que Néstor y Cristina vinieron a transformar desde aquél 25 de mayo del 2003.
Aunque proclamen ser "el cambio" o "lo nuevo" nos están proponiendo dar marcha atrás, y retroceder en muchos de los que han sido avances de todos estos años; de allí que la respuesta de la gente hoy fue rodear de afecto a Cristina, pero de también de apoyo a un proyecto político que marcó un piso de conquistas, desde el que no se puede ni se debe retroceder.
Y mientras ¿qué fue del autogolpe anunciado por la pitonisa naranja, habrá sido suspendido por lluvia?
1 comentario:
Me pareció poco claro el discurso de la Presidenta.Vacío de ideas,de cifras.
La noté dubitativa, confusa.
Y encima,afuera nadie,la plaza vacía.
Debe haber llegado el fin de ciclo.
El Colo.
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