Podría pedir que esos trabajadores pasen a una empresa del Estado que drague la hidrovía, pero le dio paja. Andá a buscar el atril, mamerto: https://t.co/sQdLKsEiRA
— La Corriente K (@lacorrientek) February 25, 2021
Hace unos días atrás cuando falleció Menem, decíamos en esta entrada: "Y sin embargo el legado de las políticas que se instauraron en su gobierno nos acompaña hasta hoy, y goza de buena salud, salvo algunas excepciones. En ese sentido, Menem vive en cada puerto privado que no se recupera para el uso público, en cada servicio público privatizado entonces y que sigue siendo prestado hoy en pésimas condiciones y con reclamos permanentes de dolarizar las tarifas, en el nuevo intento de privatizar la hidrovía, en esa excrecencia antidemocrática que es Comodoro Py y buena parte de la justicia federal, en cada demanda de una multinacional depredadora ante el tribunal del CIADI basada en un tratado bilateral de inversión de los tantos firmados durante su gobierno. Vive en la Constitución que nos rige, fruto de su pacto espurio con un radicalismo claudicante y menesteroso de cargos públicos.".
Decíamos también que "Menem es -aun sin su presencia física- un recuerdo incómodo para el peronismo, porque le trae a la memoria que estará siempre a la mano la tentación de perpetuarse en el poder a condición de transformarse en su exacto opuesto, traicionando así su razón de ser política, y su justificación histórica. Y que pudo hacerlo en nombre de Perón, y sin abandonar la liturgia partidaria, y sin apelar al aparato represivo de la dictadura, para profundizar sus políticas. Un recuerdo incómodo que tiene dolorosa actualidad, cada vez que se bajan banderas en nombre del pragmatismo, o se justifican deserciones en luchas necesarias, porque "no da la correlación de fuerzas".".
El sindicalismo peronista -en su gran mayoría- fue parte de ese proceso de claudicaciones, y sin su concurso al menos por omisión, muchas de las transformaciones regresivas orquestadas durante el menemato y aún vigentes hoy- como la privatización de los puertos y del dragado de las vías navegables- no hubieran sido posibles. Con camaleónica capacidad de adaptación, buscaron aprovechar el nuevo orden de cosas en beneficio propio, a punto tal que -por ejemplo- algunos gremios hasta organizaron sus propias AFJP o ART, por mencionar algunos de los aspectos más controversiales de las reformas de los 90'.
En el caso de las privatizaciones, con el desguace del Estado quedaron en el camino muchos puestos de trabajo que no lograrían luego reinsertarse en el mercado del trabajo formal, y en los "nichos" de negocios que iban creando, los concesionarios privados recibieron planteles mermados de trabajadores, dispuestos a aceptar ser precarizados, a condición de mantener el empleo.
Esto último se convirtió -desde entonces- en la casi excluyente preocupación de muchos sindicatos que se resignaron así a planteos "defensistas", sumado a la pelea por los salarios en las paritarias, proceso que sólo cobró dinámica y vigor a partir del 2003 con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno. En tanto las privatizaciones menemistas subsistieron y en su mayoría no fueron revertidas, los sindicatos asumieron que la convivencia con sus nuevos patrones privados, sean estos distribuidoras de gas o electricidad, operadores de peaje, telefónicas, concesionarios ferroviarios u operadores del dragado de la hidrovía, era una realidad inmodificable.
Las reflexiones precedentes vienen a cuento del paro anunciado para hoy por el Sindicato de Dragado y Balizamiento que conduce Juan Carlos Schmid (el ex triunviro de la CGT) en alerta por el vencimiento el 30 de abril de la concesión del dragado de la hidrovía a la empresa belga Jan De Nul, y ante la falta de definiciones sobre la nueva licitación y quien tendrá a cargo las tareas en la transición.
No se trata de cuestionar que Schmid defienda las fuentes de trabajo de sus afiliados, porque al fin y al cabo es lo que un dirigente sindical debe hacer, en primer término. De hecho, si muchos lo hubieran hecho en los 90', las cosas hubieran sido distintas. Se trata de señalar que él y los demás dirigentes gremiales del sector no van más allá de ese planteo, y en ningún momento plantean siquiera la alternativa de rediscutir las privatizaciones del menemismo, mucho menos proponen alternativas de recuperación para el Estado de determinadas actividades de carácter estratégico, como el manejo de las vías fluviales, o el control del comercio exterior.
Actividades que podrían llevarse a cabo por los mismos trabajadores -cuyos puestos de trabajo serían garantizados, si esa es la preocupación-, pero en otro contexto político y haciendo desde el sindicalismo un aporte político que excede el mero rol reivindicativo gremial; y tiene que ver con la discusión del modelo de país que queremos. 800 puestos de trabajo en riesgo son importantes, pero el control soberano de nuestros recursos naturales y las operaciones económicas relevantes de las que depende el acceso a las divisas, lo es mucho más.
Lejos de las audacias conceptuales y políticas de los programas de La Falda o Huerta Grande, e incluso de formulaciones teóricas menos pretenciosas como los 26 puntos de la CGT conducida por Ubaldini en 1985, el sindicalismo argentino parece resignado a sostener las cosas como están; absteniéndose incluso de participar de las discusiones que se están dando hacia el interior del "Frente de Todos" por la orientación de las políticas del gobierno, y en particular en relación al manejo de la hidrovía.
Es más, por momentos daría la impresión que Schmid y otros dirigentes están presionando a través del paro, para que les prorroguen la concesión a los belgas, con tal de que estos se comprometan a sostener los puestos de trabajo; replicando así un "modus vivendi" del sindicalismo resignado con los grandes grupos económicos, que se puede ver por ejemplo en el sector petrolero.
1 comentario:
Schmid, Amante de Belgas
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