LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

viernes, 4 de agosto de 2023

EL PELIGRO DEL VACÍO

 

Leíamos en la edición de ayer de Clarín esta nota de Gonzalo Abascal en la que el diario de Magnetto expresaba su preocupación por el tono que está alcanzando la interna opositora entre Bullrich y Larreta, con citas del libro del catalán Gutiérrez Rubí, que está asesorando a Sergio Massa en su campaña. Se señala allí -en el libro y en la nota- el aspecto emocional de la política, y el vínculo de ese tipo que se establece -o se rompe- entre los políticos y el electorado.

Las sentencias del catalán y sus consejos de campaña para su clientela -que a Clarín le sirven para expresar que le preocupa el nivel de agresividad que alcanzó la interna del macrismo- bien podrían haber sido suscriptos por Durán Barba cuando era el cerebro detrás de la campaña de los amarillos. Y es precisamente en esa similitud que nos queremos detener; más allá de la hipocresía del multimedios que ha hecho de la explotación de los odios, resentimientos y emociones negativas de buena parte de la sociedad argentina, una formidable herramienta para sus propósitos. Y por propósitos queremos decir negocios. 

Hace tiempo ya que la política en buena parte del mundo (y la política argentina está lejos de ser la excepción) se ha convertido más que nada en un asunto de mercadotecnia, técnicas comunicacionales y estrategias de márketing donde el debate de ideas o la explicitación de proyectos políticos en pugna brillan por su ausencia, aunque eso no significa que esas ideas y esos proyectos hayan dejado de existir. En todo caso a veces -solo a veces- se sofistican las técnicas para su ocultamiento.

Hoy nadie hace política -o al menos nadie que la haga con ciertas pretensiones- sin tener a la mano su Durán Barba o su Gutiérrez Rubí con su librito de cabecera que explica paso a paso que hay que hacer para conseguir votos; con un recetario que los políticos -casi sin excepciones- siguen a pie juntillas sin apartarse un milímetro, dedicándole a esa faena más tiempo que a la política en sentido estricto; al menos en el sentido tradicional de término.

Y el librito siempre aconseja -como señala el catalán traído por Abascal en su artículo- remitirse siempre al dominio de las sensaciones del votante, sus emociones, sus sentimientos, con imágenes sencillas (casi brutales en su simplificación muchas veces), significantes vacíos a los que cada uno les pone el contenido desde su propia subjetividad, palabras evocativas que retroalimentan esos sentimientos y esas emociones o los espantan si conviene, pero que en el fondo son dichas sin querer decir nada demasiado profundo o concreto.

La política se convierte entonces en un juego de humo y espejos, sin sustancia, en registro de vodevil que termina cansando y aburriendo, y en el que todos terminan diciendo más o menos lo mismo aunque digan cosas distintas, porque las dicen de un mismo modo, y desde un mismo lugar: el del librito. Poco importa quien lo haya escrito de entre los gurúes de moda. 

Con los años que lleva este modo de hacer política por sus protagonistas, lo que se puede ver es que han ido aumentando el riesgo de la indiferenciación de las opciones, lo que empobrece el debate político y la calidad del sistema democrático; y si a eso le sumamos las decepciones que causan (en electorados diferentes y por distintos motivos, pero decepción al fin) los desempeños de los gobiernos en términos de las expectativas que suelen despertar (alentadas en muchos casos por este mismo despliegue de la mercadotecnia electoral girando en el vacío), la insatisfacción democrática de la que se habla ahora está a la vuelta de la esquina, y no puede sorprender.

Cuando se llega al punto del "que se vayan todos" (en el que nosotros estuvimos, y corremos serios riesgos de volver a estar) es porque antes esos todos aceptaron mansamente ser más o menos lo mismo, al menos desde este punto de vista desde el cual hacen política, y con el que aspiran a seducir al elector. Si se hace política del vacío (de ideas, de debate, de praxis militante), se terminará en el vacío (de representación). 

La fragmentación política, el ausentismo, el voto en blanco, son precisamente resultados de esa insatisfacción democrática nacida de la creciente distancia entre las expectativas y los resultados, pero también del abandono de la política como ideal de representación en el altar de la comunicación política envasada en formato de reality show televisivo.

Ese formato en el que muchas personas pueden -mediante una hábil manipulación de sus emociones, operando con sesgos confirmatorios desde la comunicación sobre sus prejuicios más arraigados- ser compelidas a tomar decisiones electorales que van objetivamente en contra de sus propios intereses; porque previamente se las hizo caer en la trampa de que esos intereses ya no existen, que somos todos más o menos lo mismo, que queremos y -fundamentalmente- necesitamos lo mismo, y por eso "es con todos", no debería haber conflictos y es negativo o perjudicial que existan, como si la sociedad fuera perfectamente homogénea en todos sus estratos. 

Cuando esa misma sociedad (la real, no la que han diseñado los autores del librito para perpetuar su quiosco) es cada vez más distinta, fragmentada, desigual e injusta; y esos intereses -que se ocultan deliberadamente mediante técnicas de manipulación, engaño y secuestro emocional de la subjetividad- siguen allí, y los que son más poderosos tienden a serlo aún más, y harán todo lo que esté a su alcance para conseguirlo. 

Como diseñar un sistema político en el que la competencia democrática por la representación ciudadana quede reducida al simple despliegue de las técnicas comunicacionales más pretendidamente eficaces que venden los encantadores de serpientes.

3 comentarios:

profemarcos dijo...

Votá a M@$$@ o vuelve la derecha.

Es posible "porque previamente se las hizo caer en la trampa de que esos intereses ya no existen"

y tienen que conformarse con los que hay o viene el cuco

Anónimo dijo...

Siempre supimos que el plan era la construcción del Massismo (está comentado en el blog). No hay oposición. Todos están de acuerdo. Entre Massa (UxP) y jxc existe un verdadero acuerdo de "quien gana conduce, quien pierde acompaña". La magnitud del ajuste, represión y quita de derechos dependerá de cuál "modelo" resulte vencedor.

En todo caso, las PASO están a la vuelta de la esquina y todos estamos esperando la sorpresa que nos vamos a llevar.

Paciencia, a lo mejor el resultado nos trae algo de orientación.
La carreta tiene que empezar a andar para que se acomoden los melones...

GISOFANIA dijo...

Suscribo.
Gracias por este registro, un soplo de (necesaria) lucidez