Desde las PASO para acá y según la lectura
que se hace de los resultados, se plantea si estamos o no ante una nueva
hegemonía y se revolean a Gramsci (generalmente mal leído) por la cabeza,
tratando de dilucidar -como si fuera posible- la duración del ciclo macrista:
despejada ya la hipótesis del helicóptero, quedaría por saber si hay algo de
cierto en los “20 años del mejor momento de la historia del país” que prometió
un eufórico Macri en la noche de los festejos de elecciones que después
perdieron, como Santa Fe y Buenos Aires. Es decir, si habiendo dejado de ser De La Rúa, puede replicar un ciclo largo como el de Menem.
No se trata, en fin, de adivinar el futuro,
sino de analizar cuáles son los anclajes políticos, sociales y económicos del
macrismo, y en consecuencia sus bases de sustentabilidad en el mediano plazo. Y
a ese fin y con el riesgo de que demasiado esquemáticos, diremos que hay que
preguntarse lo básico: cual es el modelo de desarrollo productivo que intenta
ejecutar “Cambiemos", cuáles son los sectores sociales y económicos en los que
se sustenta, y como funciona el dispositivo político que los articule para que
en un régimen de competencia democrática ese modelo pueda convertirse en el
dominante.
En ese sentido es
obvio que si Macri llegó al poder por el voto, una vez en él desplegó las
líneas generales de los planes tradicionales de la derecha (con matices que se
pueden discutir) y aun así conserva el núcleo duro de adhesión de la primera
vuelta de la elección presidencial, es porque interpreta correctamente a una
buena parte de la sociedad, que se siente identificada con el núcleo de las
ideas tradicionales de la derecha: la “meritocracia”, el retiro del Estado, la
ampliación del rol del mercado, el punitivismo en seguridad, el discurso contra
la corrupción como atajo para todo (en especial para evitar discutir el resto)
y el ataque contra las regulaciones económicas y laborales. Como sucede por
otra parte en casi todas las sociedades del mundo, tampoco es que los
argentinos seamos marcianos, aunque muchas veces lo pensemos.
Por más que el
gobierno se esfuerce (hasta ahí nomás, tampoco dejan la vida) en disimular
ciertos aspectos potencialmente más “antipáticos” de ese programa, si algo
dejaron en claro las PASO es que hay que dejar para mejor oportunidad la teoría
del “engaño” o “estafa electoral”: esa es una interpretación demasiado benévola
con una buena parte de la sociedad, y por ende, irreal a la hora de describirla
para analizar sus comportamiento políticos.
Hay que empezar por
aceptar que un 30 o 35 % de los que votan sabe perfectamente de que la va
Cambiemos, y justamente por eso los acompaña; y que la construcción de
subjetividad que despliegan a diario los medios hegemónicos opera sobre un
sistema de creencias preexistente en el sujeto, que los medios no hacen más que validar y
reforzar.
El macrismo como
proyecto político trabaja sobre la fragmentación de la sociedad y el sistema
político, sostenido por el respaldo de los sectores más concentrados de una
economía dual y desequilibrada; incluyendo entre estos al dispositivo de medios
hegemónicos, conformado por grandes grupos empresarios que actúan como tales.
La fragmentación de la política se expresa
en instituciones débiles (a las que se busca debilitar más aun, como al
Congreso) y partidos políticos en crisis endémicas, con estructuras líquidas y
“pasajes continuos”, un cuadro sobre el cual el PRO (el verdadero núcleo rector
de “Cambiemos”) trata de hacer lo más parecido a un partido organizado:
liderazgo centralizado, estructura de toma de decisiones, disciplina en el
discurso, progresivo despliegue en el territorio, acotado a las modalidades
actuales de acción política. Trabaja para eso con el usufructo del voto
radical y la subordinación de su dirigencia, mientras “arma lo nuevo”.
Y por supuesto
cuenta como activo indispensable con la crisis del peronismo, al que le ha
empezado a disputar base electoral; en el segmento de los trabajadores
formalizados con mejores salarios (lo que no siempre depende de la mayor
calificación, sino de factores como el propio modelo productivo, y la capacidad
de presión sindical) que desde el kirchnerismo para acá (algunos incluso desde
antes) son clase media, por consumo y por pautas culturales.
Veamos si no lo que
ocurre con la reforma laboral flexibilizadora, el proyecto más ambicioso y
venenoso en términos políticos y sociales que acaricia el gobierno: decíamos acá que según como se la plantee, hoy contaría con
ciertos consensos más allá de la previsible adhesión de los talibanes del
“círculo rojo”; porque aglutina el frente empresarial licuando diferencias que hay en su interior en otras cuestiones (como las tarifas, o el
grado de apertura de la economía), seduce a buena parte de las Pymes y sus
dirigentes, y a parte también de los propios “trabajadores meritocráticos”, con
escasa experiencia sindical y captados culturalmente por la idea del
emprendedorismo”.
Y también quiebra
el frente sindical como se pudo ver ya con los anticipos en los que avanzó el
gobierno con acuerdos flexibilizadores por rama de la producción (construcción,
automotrices, petroleros), sean que corresponden a los “ganadores” del modelo,
como a los más agredidos por él; porque en éste caso se busca hacer de la
necesidad virtud: aquellos que están con la soga al cuello con la perspectiva
de pérdida masiva de puestos de trabajo por delante, es posible que estén más
dispuestos a aceptar recortes de derechos. De allí proviene también la profunda
crisis de la CGT, sin descartar por supuesto la incidencia de los factores
específicos de la interna del peronismo.
También hay que ver que el gobierno (con la
indudable impronta personal en la fijación de la agenda del propio presidente)
va avanzando sobre cuestiones que acumulan tensiones institucionales (como la
reforma tributaria grata al capital, que afecta ingresos de las provincias, el apoyo al reclamo de Vidal por el fondo del Conurbano, la
flexibilidad laboral con cláusulas anti sindicales, el manejo de la caja de las
obras sociales o la ofensiva contra los convenios colectivos), y de ese modo
corre el eje de los alineamientos: hasta los gobernadores más “dialoguistas”
deben defender su billetera, de la que depende su propia subsistencia política;
y hasta el sindicalista más remiso a hacer paro defenderá la
cuota sindical, los convenios colectivos o las contribuciones especiales a los
gremios que se pactan en paritarias.
Ni que decir del
componente autoritario y anti democrático del régimen, que asoma con más
frecuencia cuanto más seguro se siente, pero también cuando percibe amenazas,
sean la protesta social o al activismo a favor de los derechos humanos; puede
que estas sean cuestiones reservadas solo a “minorías intensas”(de los dos
lados, ambas galvanizadas pero en sentido opuesto), pero con el potencial de
acelerar rápidamente los niveles de conflictividad social o institucional (como
se vio en el caso del fallo de la Corte por el “2 x 1”), o de proyectarse
internacionalmente de un modo negativo para el gobierno, como los casos de
Milagro Sala y Santiago Maldonado.
Claro que toda la
ingeniería desplegada por “Cambiemos” para consolidarse en el poder no logra
disimular a mediano plazo (y es muy posible que a corto, si la dinámica del
proceso se acelera) las contradicciones que genera el modelo de desarrollo
elegido, con claros ganadores y perdedores; y que la “liquidez” y fluidez del
sistema político que hoy les resulta funcional se asienta también en la
volatilidad de las opciones del electorado, que a su vez va al compás de los
vaivenes económicos.
Las
vulnerabilidades de la economía macrista saltan a la vista a poco que se mire, y ayer Cristina en Atenas las listaba:
se sustenta en la reapertura del ciclo del endeudamiento, con elevadísimo
déficit comercial, fiscal y de cuenta corriente, y con un endeudamiento que
lejos de resolver la restricción interna la agudiza, financiando la fuga de
capitales; mientras se intenta una y otra vez lanzar un modelo aperturista en
un mundo que se cierra, y se desarrollan políticas que achican el mercado
interno y desploman el consumo.
Los enclaves del
desarrollo elegidos por el gobierno (campo, minería, finanzas, energía) no
tienen capacidad de ampliar la distribución social de los beneficios aunque se
los indujera por políticas públicas que además, no existen con ese fin; y la
gran pregunta es hasta cuando el capital financiero especulativo nacional e
internacional financiará el experimento, para “suavizar” el ajuste y acomodarlo
en sus ritmos a las necesidades electorales y políticas del oficialismo. Las altísimas tasas de rentabilidad en dólares que hoy les garantiza la "bicicleta" podrían no durar para siempre, o tornarse insostenibles a corto o mediano plazo.
Esa es la madre de todas
las preguntas, porque sin flujo de capitales vía deuda y especulación
financiera al malabarista Macri se le caerían todas las naranjas, otra sería la
historia y deberíamos comenzar de nuevo el análisis.
3 comentarios:
marquitos habla de los muertos por los ataques de leopoldo lopez y otros en las calles de caracas y no le importa los de los aztecas.
¿usa, no traspoló sus maquilas narcos a nuestro tan querido méxico?
¿son los trabajitos para los jovenes de 5º año de las escuelas publicas?
Una nueva derrota del Pro en Octubre en Pcia. Bs. As., si se sumara a otra derrota en Santa Fe, lo colocaría a Macri más cerca del helicóptero que de la hegemonía.
Por eso, Cristina pide hablar con los seducidos por la figura del "emprendedor", seducidos que todos conocemos en nuestra vida diaria. Y hablar sin agredir, lo que no es fácil.
Y por la pata sindical,de acuerdo al resultado de los votos, la CGT convocará un paro general por semana, o de lo contrario, se preocupará solo por manotear algo del dinero de obras sociales.
Y aunque antes de Octubre sean pocos los dirigentes que salgan a bancarla,Cristina no está sola,porque tiene la expectativa de un caudal electoral que no tiene nadie.Nadie.
Si gana en pcia. Bs. As. de nuevo, para Macri será demasiado tarde para lágrimas.
El Colo.
Kien dijo q esta descartado el helicoptero?, el contrabandista sobrevive conectado al pulmotor del endeudamiento en verdes, se colocaron lebacs x el ekivalente a 60.000 palos verdes y las reservas netas del Central no perforan los 20.000 millones (el resto son bonos q si se keman en un dia baja la paridad a 1 digito), ergo: la bici seguira rodando mientras entren verdes q aseguren la salida d la bici tras realizar la renta d las lebacs, si se logra tabicar el endeudamiento (esperemos q Cristina en el Senado pueda aglutinar una mayoria q clausure el endeudamiento) detona la bici y con ella el verde y el gobierno.
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