LA FRASE

"HABÍA DOS BOTONES, UNO VERDE Y OTRO ROJO, Y YO PENSÉ "EL ROJO DEBE SER PARA VOTAR A FAVOR DE CUBA"." (DIANA MONDINO)

viernes, 19 de marzo de 2021

QUE EL ÁRBOL NO TAPE EL BOSQUE

 


Finalmente se confirmó la salida de Marcelo Saín del Ministerio de Seguridad de la provincia, tarea en la cual será reemplazado por Jorge Lagna. Es difícil saber que es lo que termina detonando su renuncia, y solo se puede conjeturar al respecto; e incluso es muy probable que no sea un factor, sino varios: los resultados de la gestión, los conflictos en los que se vio envuelto -hacia adentro y afuera del gobierno-, su perfil alto en la comunicación pública que lo terminó desgastando, o un  poco de todo.

Desde esa óptica, esta nota de Lascano en La Capital parece bastante equilibrada en la mirada, dando cuenta de que Saín terminó cayendo más víctima de sus propias lógicas, que de otros acontecimientos que, sin negar su importancia, no le habían quitado hasta acá el respaldo del gobernador Perotti.

Porque es tan cierto que la gestión de los funcionarios públicos debe juzgarse por los resultados, como que si hay un área en la que es complejo mostrarlos en un tiempo más o menos breve, es en seguridad. Años de desmadres, complicidades y corrupciones no se resuelven en 15 meses, por más buena voluntad que se le ponga, o por más ideas y diagnósticos claros que se tengan.

Marcelo Saín debe estar, sin dudas, entre las personas que más conocen del tema en el país; y tal como señala la nota, convocarlo para el Ministerio fue una apuesta muy fuerte de Perotti: alguien que no era de Santa Fe, que podría ser visto como un "outsider" (lo es) de la política local, y que expresa una visión de la seguridad que no cuadra en la predominante, donde abundan los discursos simplistas de la mano dura, para los que la solución consiste en darle carta blanca a la policía para que haga lo que se plazca, o en aumentar las penas por los delitos. 

O como hizo el socialismo, pactar con las fuerzas de seguridad -y  través de las cúpulas de éstas, con las organizaciones criminales- una "administración del delito". 

Con esas restricciones sobre sus hombros, Saín debía imponerse además a la complicada policía santafesina acostumbrada por el socialismo a manejarse "atendida por sus propios dueños", para convertirla en el brazo ejecutor de las políticas públicas en materia de seguridad y por ende en parte de la solución; cuando está claro que hasta acá es parte del problema, y en un grado no menor.

Pero a las rispideces y dificultades propias del área que le tocó conducir, Saín les sumó las que genera su impronta personal, al punto que se podría decir que al funcionario que sabe de lo suyo, se lo terminó devorando el personaje que construyó en la discusión pública; cometiendo no pocas veces la torpeza de pisar los palitos que quienes lo combatían, esperaban que pise.

Ido Saín, eso sí, desaparecen las "excusas" a las que venía apelando un sector importante de la política santafesina para confrontar -en un tiro por elevación- con Perotti, evitando hablar en concreto de los problemas de seguridad de la provincia, y sobre todo de sus causas reales y profundas. Como por ejemplo el avance de la criminalidad compleja (en especial el narcotráfico), gracias a la tolerancia y complicidad abierta (en dosis parejas) de parte del poder político, de la fuerza policial e incluso de las estructuras de la justicia.

Lo que debe rescatarse entonces del paso de Saín por el Ministerio de Seguridad de la provincia es ese preciso diagnóstico de la situación, que los hechos terminaron confirmando; y en base a él actuar en consecuencia. Lo peor que podría pasar es que la política y las instituciones santafesinas lean mal la decisión de Perotti de pedirle la renuncia, en términos de "muerto el perro se acabó la rabia", acá no ha pasado nada, se fue el que molestaba por bocón con sus declaraciones y listo, cada uno sigue en lo suyo.  

En campaña Perotti decía insistentemente que la gente reclamaba vivir en paz y en orden porque tenía derecho a reclamarlo, y en su primer acto como gobernador -el discurso de asunción en la Legislatura- dijo que había que cortar todos los vínculos de la política con el delito. Las dos definiciones siguen teniendo plena vigencia hoy, aunque Marcelo Saín ya no sea su ministro de Seguridad. 

Por supuesto no faltan los lenguareces del poder (ese poder afectado por el diagnóstico de Saín y al que refirió Perotti en su discurso inaugural), que ya están interpretando que la renuncia equivale a la absolución de Tognoli, Druetta y tantos de sus condenas en la justicia, o se hablan encima, anticipando que lo van a perseguir al ex ministro donde vaya. 

Por ejemplo en su cargo en el MPA, para lo cual incluso votaron una ley que Perotti vetó, y en la que piensan insistir. Si la idea es demostrar que no tienen el culo sucio, no podrían elegir peor manera.



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