Para el peronismo, para los peronistas, el Día del Trabajador siempre fue un día de fiesta: sin olvidar a los mártires de Chicago y a todos los caídos en la larga lucha de los trabajadores por sus derechos, la Argentina peronista construyó un nuevo ritual del 1º de mayo: la plaza llena, la fiesta, la alegría de los derechos conquistados, del salario digno, de las paritarias, de las vacaciones pagas, del aguinaldo, de la jubilación para todos.
Después, cada vez que no hubo peronismo -aunque le echen la culpa de todo a los "70 años de peronismo"- para los trabajadores argentinos el 1º de mayo dejó de ser un día de fiesta, porque todos los días dejaban de ser una fiesta. Y cada Día del Trabajador caían un poco más abajo en sus derechos y en su dignidad, y cada vez costaba -y les cuesta más levantarse desde allí.
Si bien la sociedad de hoy no es la de 1945, y la centralidad y las formas del trabajo son otras, se puede decir que la mayoría de los trabajadores argentinos nos votaron en octubre del 2019, para que volviéramos, y así volvieran los días felices. Para que el 1º de mayo fuera un día de fiesta, y para que desearles a los trabajadores un feliz día no sonara a sarcasmo.
Y si con alguien estamos en deuda, es con ellos. Sin desconocer el peso de la herencia macrista, ni las tremendas condicionalidades que crea la pandemia; marco en el cual -es cierto- el gobierno puso el empeño en preservar el empleo, hasta donde pudo y con todo en contra: pensemos en las empresas que desconocieron impunemente los DNU presidenciales prohibiendo los despidos y suspensiones, por ejemplo.
Recuperamos el Ministerio de Trabajo -insólitamente eliminado por el macrismo del organigrama del Poder Ejecutivo, donde estuvo desde los gobiernos de Perón e incluso durante las dictaduras militares- para poner a su cargo a alguien que bien pudo ser ministro de Macri. Alguien que es de lo peor de los "funcionarios que no funcionan", y que sostiene que el salario digno es el que los empresarios pueden pagar, no el que necesita el trabajador para vivir dignamente. Eso entre otros dislates conocidos.
Tenemos un ministro de Economía con discurso "progre", pero que está usando -objetivamente- el salario como ancla de la inflación y celebra cada paritaria cerrada en torno a la pauta del Presupuesto, mientras el precio de los alimentos de primera necesidad sube constantemente sin que se tomen medidas eficaces para preservar los bolsillos de los trabajadores, a los que cada les cuesta más -por ejemplo- comerse un asado para festejar su día.
Un día que en la víspera tuvo una edición especial del Boletín Oficial (en la que todos esperaban el DNU con las nuevas medidas por la pandemia), que solo tuvo espacio para oficializar los aumentos a Edenor y Edesur; desoyendo aquel consejo de alguien que en sus gobiernos garantizó y amplió los derechos de los trabajadores, de alinear precios, tarifas y salarios.
En la misma semana previa al Día del Trabajador, como parte de los curiosos homenajes se pactó un aumento del 30 % del Salario Mínimo, en siete cuotas de acá a marzo del año que viene, en un país con el 42 % de pobreza; es decir, con trabajadores pobres, por escasos ingresos.
En los últimos tiempos, la única medida que pudieron festejar los trabajadores argentinos (algunos, una ínfima parte de los formalizados, que son poco más de la mitad del total) fueron los cambios en Ganancias, que aun no están reglamentados, para que se sientan en los bolsillos.
Poco, muy poco para un gobierno que llegó en nombre del peronismo, y con el voto de los trabajadores. Que del otro lado estén los que toda la vida los negrearon y les recortaron salarios y derechos (por eso no los votaron, en buena medida por eso perdieron) no nos debiera hacer olvidar de los compromisos pendientes que tenemos nosotros, con una parte esencial de los que nos llevaron de nuevo al gobierno. Tenemos algunos Días del Trabajador por delante para empezar a cumplirlos.
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