De no mediar sorpresas de último momento, todo indica que en la próxima sesión de la Legislatura se aprobará -en trámite express- la declaración de la necesidad de la reforma de la Constitución de la provincia. El tema no se pudo votar dentro del período ordinario y pasará a extraordinarias, lo que supone que Pullaro deberá dejar de lado la farsa de decir que es un tema de los legisladores con el que no se mete: sólo él puede habilitar su tratamiento en esa instancia.
Para llegar a éste resultado su gobierno acordó con sectores de la oposición, incluyendo al bloque del PJ que comanda Perotti, que acompañó en la última sesión la moción de preferencia para que se trate, y presentó simultáneamente su propio proyecto de reforma, que se suma a los 8 que ya tenían estado parlamentario, del oficialismo de Unidos, y de diferentes sectores de la oposición, incluido el peronismo.
Pero el tema -con todo y su importancia- no puede ser abordado desde la reforma en si misma, pues mirado desde ahí el proyecto del bloque de Perotti prohibiría la reelección de Pullaro al habilitarla pero para sus sucesores en el cargo, ratifica la propiedad estatal de las empresas de servicios públicos de la provincia, y la intransferibilidad de sus organismos de seguridad social (el IAPOS y la Caja de Jubilaciones).
Es decir, si hay algo que decir al respecto no es en relación al proyecto en sí, sino al contexto político en el que se presenta: Perotti negociando mano a mano con el gobernador y acordando con él el tratamiento, antes de un acuerdo de Unidos con el PJ orgánico, y pese a la advertencia formulada el lunes por el Consejo provincial y legisladores nacionales y provinciales (incluidos los del perottismo) en un comunicado.
No se puede decir que sea nada novedoso en el peronismo santafesino, ni mucho menos: de hecho, la tónica imperante en la provincia desde hace muchos años es que cualquiera hace lo que cree que le conviene, sin importar lo que decida el conjunto, o convenga a él; con el peronismo en el gobierno provincial, o en la oposición. Cuando se actuó de modo distinto, los resultados fueron otros, como al ganar las elecciones provinciales que llevaron a Perotti en la Casa Gris en 2019.
Tampoco el problema es que Perotti le pueda llegar a allanar la reelección a Pullaro, incluso votando en contra de ese punto en particular en la Convención Constituyente: hoy al PJ santafesino le gana literalmente cualquiera, y si las elecciones fueran mañana, corremos serios riesgos de terminar terceros como en el 2011. Menos problema es discernir quien va por adentro o por afuera del PJ en las próximas elecciones (que si se vota la reforma serán el año que viene) pues todos los sectores han hecho una y otra cosa cuando les convino (recordar la última elección de intendente en Santa Fe), sino quien se queda dentro; o peor aún, si queda un peronismo provincial en el cual quedarse, con alguna mínima chance electoral.
El anticipo de lo que terminó pasando con la reforma constitucional había venido con el apoyo del sector de Perotti a una ley para ampliar el número de miembros de la Corte Suprema de la provincia, a cambio de colocar al menos a uno de ellos, remedando el pacto que en su momento cerraran Reutemann y Usandizaga, que llevó a la actual conformación del tribunal. Esa ley se aprobó justo en el mismo momento en el que en la nación se hablaba -y se sigue hablando, cada vez con más fuerza- de un pacto de Cristina con Milei para allanar la aprobación del pliego de Lijo, y últimamente para que no saliera la ley de ficha limpia, en éste caso a cambio de ratificar al sobrino de Menem en la presidencia de la Cámara de Diputados de la nación: unos son hechos, otras especulaciones; pero todos dan cuenta del clima de época, que por momentos parece la letra de "Cambalache".
Volviendo a Santa Fe, la reunión del PJ provincial que fue preludio del despacho de la preferencia para tratar la reforma constitucional en la Legislatura, fue motorizada por los senadores encabezados por Traferri que ahora controlan el Consejo Provincial, y que por 12 años rosquearon absolutamente todo con los gobiernos del Frente Progresista, sin consultar a nadie. De hecho, el propio Traferri junto al actual presidente Cornaglia y Gramajo (contabilizado en las reuniones como peronista, pero que forma parte del bloque oficialista en el Senado) terminaron la semana conversando en la Legislatura su eventual apoyo a la reforma, cosa que no sería de extrañar termine concretándose cuando finalmente se vote: si el documento no fue un "Les faltó negociar con nosotros", se le pareció bastante.
Se dice -y en parte es cierto- que en política todos hablan con todos, todo el tiempo; como Lewandosky con Granata, por ejemplo. Menos -al parecer- en el peronismo santafesino, donde ninguno tiene el teléfono del otro como para llamarlo, juntarse y resolver diferencias de una vez por todas, sin sacar los pies del plato o sin que se resuelvan afuera y desde afuera. De allí que el partido nunca termine de funcionar orgánicamente en la provincia, cada uno se corte solo, los pedidos de expulsión de hoy sean los llamados de unidad de mañana, la línea política que se pretende fijar nunca pase de la letra de los documentos y comunicados y el último gobierno del peronismo en la provincia haya visto rechazados en el Senado muchos de sus proyectos, por el propio bloque de senadores del PJ..
El verdadero problema -similar al que señalábamos acá para el orden nacional, y que presidió todo el gobierno de Alberto Fernández- es esa mentalidad de equipo chico sin grandes aspiraciones, que asume que la actual correlación de fuerzas vino para quedarse, no hay nada que se pueda hacer para modificarla sino adaptarse a ella, y tratar de sacarle el mejor provecho posible. Aquí significaría que estamos asistiendo al inicio de una larga era de hegemonía pullarista, frente a la cual sería irracional resistirse; lo cual puede terminar siendo una profecía autocumplida: si nadie se le opone a Pullaro, no hará más que consolidarse.
La crisis del PJ santafesino que en su momento trajo a Reutemann parió un modelo de peronismo provincial, que quedó instalado incluso más allá de su muerte, y del que vienen estas cuestiones; modelo que el kirchnerismo (que nunca pudo hacer pie en Santa Fe salvo cuando Cristina es candidata aunque sin dudas capta a la mayoría de los votantes peronistas: sus 3 candidatos a gobernador sumaron en conjunto el 4 % de los votos en las últimas PASO) tampoco pudo modificar, y del que por el contrario sus franquicias locales participan, o por lo menos no toman distancia de forma contundente; baste recordar el armado de una lista con el respaldo explícito de los senadores traferristas, en las internas del 2021.
Si la insatisfacción democrática y la orfandad de representación cabal de los sectores populares por el peronismo trajeron a Milei, no hay por qué pensar que Santa Fe es ajena al fenómeno. De hecho, fuimos pionero al respecto en tanto estuvimos a puntos de convertir a Del Sel en gobernador, dos veces. Y si desertando de cumplir la función para la que en definitivas nos votaron -ser opositores al gobierno de Pullaro- terminamos contribuyendo de un modo decisivo a traer a Granata u otro ensayo similar, nadie podrá sorprenderse.
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