En plena campaña electoral, el macrismo inauguró una nueva categoría política: la del oficialismo que, siendo como tal responsable de garantizar la transparencia de las eleccciones, denunciaba un intento de fraude de la oposición; algo inédito en la historia.
El absurdo tenía sin embargo un sentido, dirigido hacia el propio núcleo duro electoral: ir preparando el terreno para deslegitimar un previsible triunfo del "Frente de Todos", y anunciar así el paso de gobierno fracasado, a oposición intransigente, dispuesta a sabotear al nuevo gobierno desde el principio.
La remontada electoral de Macri desde las PASO a las elecciones generales le dio oxígeno político a esa idea, y al mismo tiempo distribuyó las representaciones parlamentarias en el Congreso de un modo que obliga al nuevo gobierno a negociar el quórum y los apoyos, tema por tema.
Esta segunda circunstancia fue la plataforma sobre la que se montaron los sectores ultras del antiperonismo, para intentar torpedear nada menos que la asunción de diputados electos por el pueblo, lo que no puede sino calificarse como un intento abierto de golpe institucional.
En medio de todo eso y sin ponerse colorados, defienden lo que hasta ayer criticaban, o vuelven a rasgarse las vestiduras por la presunta concesión de la suma del poder público a Alberto Fernández a través de la ley de emergencia, después de cuatro años de estruendoso silencio frente a un Congreso cerrado, y un presidente (Macri) que gobernó a puro DNU.
Hay quienes sostienen que hacia el interior de lo que fuera "Cambiemos" existe una disputa entre sectores (fundamentalmente de la UCR) proclives a ejercer una oposición civilizada, dispuesta a sentarse a conversar determinadas cuestiones con el gobierno, a cambio de beneficios concretos; básicamente el radicalismo que gobierna provincias; y otros sectores (representados por el PRO y la Coalición Cívica) refractarios a todo diálogo, y dispuesto a tirar piedras al Congreso si fuera necesario, en palabras de Patricia Bullrich.
Nada que los argentjnos no hayamos visto entre 2008 (cuando estalló el conflicto con el campo) y 2015, cuando le arrojaron a Cristina el cadáver de Nisman. En todo caso la novedad sería que ahora Alberto Fernández (en ese lapso fuera del gobierno) empieza a sufrir en cuero propio lo que Cristina padeció por esos años: la peor oposición posible, que fue el semillero del gobierno más horrible del que se tenga memoria en nuestra historia, en tiempos democráticos.
En ese marco, parece bastante probable que lo que se cuenta en esta nota de La Politica Online sea cierto: Macri habría intercedido ante Cornejo y la dirigencia de la UCR en medio de las tratativas para conseguir el tratamiento parlamentario de la ley de emergencia, para que no prestaran concurso al quórum, y desde ya se opusieran de plano a los proyectos del Ejecutivo. El hecho está en la dinámica de los acontecimientos, de allí que no resulte extraño.
No vamos a ser nosotros los que nos rasguemos las vestiduras porque la oposición apela a retacear el quórum como estrategia política, porque es una estrategia legítima. Lo que sí está claro es que el macrismo (con el propio Macri a la cabeza) articula su gestualidad opositora con los primeros brotes sociales de resistencia frontal al gobierno de AF (los piquetes "autoconvocados" de productores rurales en ciertos puntos, la marcha del otro día a una semana de iniciado el gobierno "en defensa de la república y las instituciones"), como que son parte de su núcleo duro electoral, y aspira a que lo sigan siendo.
Lo que ocurre es que esta idea de una "oposición a la venezolana" que va ganando cuerpo va más allá de los roles legítimos que oficialistas y opositores juegan en un sistema democrático; y lo tensiona a un extremo peligroso, en un contexto regional crítico para las democracias en el continente: sin hablar de conspiraciones en paralelo, lo cierto es que ciertos movimientos políticos de las derechas latinoamericanas tienden a espejarse.
Esta es una realidad que existe, está instalada y llegó para quedarse, y lo peor que podría hacer Alberto (por naturaleza, de temperamento componedor) es ignorarla, porque van por él y su gobierno, para horadar su legitimidad, y no están dispuestos a parar. De hecho, si algo indica la experiencia de los años de gobierno de Cristina es que ni siquiera se detuvieron frente al más del 54 % de los votos que cosechó en el 2011, y que los sectores más recalcitrantes (como Carrió) fueron los que marcaron la pauta y llevaron de las narices al resto (en especial a la UCR), más allá de su volumen electoral.
¿Por qué no lo haría Macri, respaldado como se siente por el 40 % de los votos de los argentinos, de los cuales buena parte está imbuido de una fuerte mística antiperonista (quizás inflamados de odio sería el término más exacto), que le exigen que haga exactamente eso? Eso sí, nada le impide en el mientras tanto irse a Qatar a ver el mundial de clubes.
Para concluir: es la propia base electoral la que los empuja en esa dirección, más allá de la mayor o menor comprensión de las responsabilidades institucionales de la dirigencia, o de que hagan o no autocrítica (aun en su fuero íntimo) por el desastre en el que dejaron el país al finalizar su gobierno. Posdata: vale lo mismo dicho hasta acá, para otro ofrecimiento de paz unilateral a Clarín, que será leído como una rendición incondicional.
2 comentarios:
Ahora hay otras urgencias. Pero cuando la redistribución de ingresos empiece a tumbar el hambre y entonces sobre algún mango en el Estado, hay que hacer una empresa estatal que dé el servicio de internet,TV y telefonía celular.
Y vender los abonos al 50% del precio que vende el grupo Clarin con Telecom Personal,Cablevisión y Fibertel. Para eso tenemos los satélites de Arsat. Y así se rompe el mercado cautivo y se le baja la facturación al grupo Clarín. Es el único idioma que entienden. Es el único modo de disciplinarlos. De otro modo, le hablás con el corazón y te contestan con periodismo golpista de guerra.
El Colo.
El nombre de la empresa estatal sería SINCLARIN.
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