LA FRASE

"HABÍA DOS BOTONES, UNO VERDE Y OTRO ROJO, Y YO PENSÉ "EL ROJO DEBE SER PARA VOTAR A FAVOR DE CUBA"." (DIANA MONDINO)

viernes, 17 de febrero de 2012

EL VIDELISMO


El reportaje de la revista española Cambio 16 al genocida Videla no aporta nada nuevo a lo ya sabido de esta gente: es completamente inútil esperar el más mínimo gesto de arrepentimiento de su parte sobre nada en general, y sobre ninguna de las atrocidades que ejecutaron, ordenaron o consintieron, en particular; porque se trata de enfermos mesiánicos convencidos de haber ejecutado un plan divino de depuración de la sociedad.

Sin embargo hay un par de párrafos del reportaje que nos interesa destacar para reflexionar desde otro lugar, y son estos que ven acá:


¿Suenan conocidos los dichos no? 

¿Cuántas veces se los habremos escuchado a amigos, vecinos, conocidos, compañeros de trabajo?

Peor aun: son moneda frecuente entre periodistas de toda laya en editoriales de los diarios, comentarios radiales, artículos en revista; y no vayan a creer que sólo han dicho cosas como esas Neustadt o Grondona.

¿O no se las han escuchado a Lanata o Tenenbaum, montones de veces?

Y más todavía: también las han repetido estos ocho largos años dirigentes políticos opositores, incluso los que dicen compartir la política de derechos humanos del kirchnerismo, o el avance en los juicios por los crímenes de la dictadura.

Y no se trata de que Videla esté informado de lo que pasa y se opina en el país y lo repita -lo cual sería lo menos malo-, sino de que hay vastos sectores de la sociedad argentina (afortunadamente, ya no mayoritarios, pero tampoco tan minoritarios) que siguen pensando lo mismo de esa parte de nuestro pasado; y de lo que había que hacer con él.

"Me tienen podrido con la dictadura", dijo varias veces el nuevo empleado de Magnetto que en los 80´ fundó Página 12 haciendo de los derechos humanos su bandera.

Estas palabras del dictador genocida permiten ver que hay zonas oscuras de la mente nacional que no corresponden sólo a un puñado de viejitos encarcelados, y que hoy temen dar con sus huesos en la cárcel (muchos afortunadamente ya están ahí) por sus horrores pasados, cuando se sentían (y eran) señores y dueños de la vida y la muerte en el país.

Creer eso sería simplificar el problema: oscurecida muchas veces por el lugar común de la corrección política de adherir a las políticas de memoria, verdad y justicia (aunque la plasticidad de gente como Lanata los ponga siempre al borde de desechar también ese tabú, como lo están haciendo con el reclamo por Malvinas, en el afán de recuperar el protagonismo social perdido), están las ideas que Videla desgrana en la entrevista; a la que muchos leerán diciendo para sí "en eso el tipo tiene razón".

El problema radica en que, ante tamaño criminal y semejantes crímenes, ante el horror que representa Videla, es complicado separar el todo en sus partes: la lectura que Videla hace de la realidad argentina de hoy y de la transcurrida desde el 2003 no es inocente: está destinada a exculparse ante la historia y la sociedad (apelando justamente a los "videlistas"), y a quitarle legitmidad a la justicia de la democracia que lo condena a pagar por sus delitos. 

Pero además no está equivocada del todo: es cierto que sus "desgracias" y el peregrinar de tribunal en tribunal, de celda en celda, empezaron cuando Néstor Kirchner llegó al poder; y le puso el respaldo del Estado y la política a lo que había sido hasta entonces, una lucha solitaria y despareja de los organismos de derechos humanos, con la deserción de la enorme mayoría de la dirigencia política, y la indiferencia de vastos sectores de la sociedad.

Algo que muchos olvidan con frecuencia cuando analizan al kirchnerismo y lo tildan con liviandad de "dictadura" ante cualquier medida o gesto del gobierno de Cristina (como en su momento lo hicieron con el de Néstor) que no les gusta, o los jode.

Cuando vean el rostro del dictador -rostro que evoca quien fue y que hizo- habrá que recordar también que el kirchnerismo tiene -lo tuvo siempre- eso enfrente, antes que tirarle rápidamente el sayo de "derecha", o hablar de "represión" ejercida desde el poder estatal y por su directiva política.

Y recordar también que el problema no es Videla (o no sólo él), sino el videlismo que -aun hoy- anida en muchos sectores de la vida nacional.