Los diez días (o más) previos a la tragedia de Once los radicales se la pasaron peléandose entre ellos por la permanencia o no de Leandro Despouy en la Aufitoría General de la Nación.
Barletta -como nuevo presidente del partido- lo quería rajar para poner a alguien de su confianza (Mariano Candiotti u otro), y los alfonsinistas lo sostenían.
Durante todo ese tiempo todos alababan a Despouy (un figuretti importante, como dijimos acá), pero ninguno se acordó de los informes de la AGN (que además no los hizo él solo, y se basan en información que debe proveerle el gobierno al órgano de control) sobre el funcionamiento de la línea Sarmiento en manos de TBA.
O en todo caso: aunque les parecieran serios a Barletta y a la mayoría de la dirigencia radical, igual le querían pegar un voleto en el orto a Despouy, y reemplazarlo por otro; pueden buscar los diarios de esos días.
Pero sucedió lo que sucedió en el accidente ferroviario, y todo cambió: ahora no es de buen tono rajarlo al hombre, porque además (como dice la nota) es fuente de consulta permanente de los medios.
Y Dios los libre a los radicales de malquistarse con los medios, justo en este momento y con la tragedia de Once de telón de fondo.
El episodio dice mucho sobre el contexto político post accidente (hoy los radicales darán una conferencia de prensa con Despouy a la cabeza, quien presentará otro informe sobre el Sarmiento y TBA.
Pero no vayan a creer que se trata de un burdo ejercicio de oportunismo y aprovechamiento político de las 51 muertes, no señor.
Es apenas una contribución desinteresada a la calidad institucional (mostrando además que un organismo de control está absolutamente partidizado, conforme al modelo pactado en su momento con Menem), y a la mejora de la calidad del servicio de trenes en beneficio de los usuarios.
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