Por Raúl Degrossi
De un tiempo a ésta parte se puede notar en ciertos ambientes un
aumento del "clima de crispación": en las redes sociales, en la calle
(en especial si uno se codea con frecuencia con la clase media urbana), un
enojo indisimulado con el gobierno y con Cristina, como no se notaba casi desde
aquéllos meses del 2008, en plena discusión por la 125 y las retenciones
móviles.
Clima de crispación que se traduce en algo más que
"aires" destituyentes: los cacerolazos porteños hoy olvidados (¿no
hay más convocatorias por las redes sociales, ni mensajes de texto, ni cadenas de mails?) fueron la expresión más visible -pero no la única- de todo un
sector de la sociedad que quiere que Cristina se vaya ya, ahora mismo; sin
importarles nada lo que pase después, o quien venga, sea Altamira o Macri.
Se podrá anotar que -en su mayoría- son los mismos sectores que no
la votaron, y que en todo caso lo que expresan es una mala metabolización del
54 %, pero se me ocurre que (sin descartar ese sustrato de fondo), hay otros
disparadores del enojo; como en su momento lo fue para las patronales
agrogarcas el intento del Estado de captar una renta extraordinaria; más allá de la percepción de que el kirchnerismo llegó para quedarse.
Y si volvemos mentalmente al inicio, es decir a la identificación
de los “indignados” (típico término de clase media con alta autoestima, las
clases populares se calientan, y listo), vemos que son sectores que
experimentan los efectos de la crisis en términos mucho menos dramáticos que
los que podría parecer quien tiene temor a perder su trabajo, o a que le
rebajen el salario o no se lo puedan pagar; pero que reaccionan contra medidas
que el gobierno ha ido tomando para pilotearla, que tienen que ver además
con la famosa ´”sintonía fina”.
Que, contra la vulgata mediática dominante (que ensancha hasta
límites increíbles la clase media), que anunciaba un inminente ajuste griego
que se descargaría sobre el grueso de la sociedad (incluyendo a los sectores
populares) parece tener una lógica definida, que apunta justamente (entre otros) a esos
sectores que se indignan, y si no veamos:
* Los controles al dólar, que generan además la obligación de
informar a la AFIP cada vez con más detalles los movimientos económicos de las
personas, las familias y las empresas, siendo además que vienen fracasando las
estrategias judiciales para neutralizarlos: ¿alguien recuerda qué pasó con los amparos para comprar
dólares, empezando por el abuelito amarrete marplatense y terminando por
Lanata?
* La baja gradual de los subsidios a las tarifas de los servicios
públicos (incluyendo el rotundo fracaso de la renuncia voluntaria), o los
informes necesarios para sacar la SUBE; que además de ser visualizados como una
especie de estigmatizante “declaratoria de pobreza” por la clase media, exponen
claramente que ciertos sectores de ella llevaban niveles de consumo que no se corresponden con sus
ingresos, o que -si dejaran de ser subsidiados- les restarían capacidad de
ahorro para decidir ellos “que hacer con su dinero, y no que lo decida el
Estado”: otro golpe directo a su núcleo cultural íntimo.
* Los apuros financieros de las provincias, que han obligado a
algunos gobernadores (como Scioli) a reducir los subsidios a las escuelas
privadas durante los meses de vacaciones (lo que implica que los sueldos de los
docentes los paguen los padres, con parte de la plata que pensaban destinar a
sus propias vacaciones, hasta entonces subsidiadas por el Estado); o a ensayar
tibias reformas tributarias retocando moderadamente en algún caso el avalúo de
los campos (con efecto en Bienes Personales o Ganancia Mínima Presunta), pero
en la mayoría aumentando el valor de las propiedades urbanas (y por ende el de
los alquileres), o el impuesto sobre los Ingresos Brutos (sobre todo al
comercio); afectando así muchos emprendimientos económicos recientes de la
clase media en ascenso durante el ciclo kirchnerista.
* El cruce de información y el peine fino de la AFIP como derivado de los controles al dólar, que van
exteriorizando un cuadro de falsedades socialmente aceptadas (el caso típico de Eliseo Subiela, por ejemplo), como el
monotributismo que declaran algunos, mientras llevan un nivel de vida y consumo
que poco tiene que ver con las escalas del impuesto en la que se inscriben: el
reajuste de oficio de la categoría del tributo (lógica consecuencia de un
mínimo chequeo de la información) también afecta niveles de ahorro privado a
costa del fisco, y eso para cierta clase media es intolerable.
* La discusión por la actualización del mínimo no imponible de
Ganancias (en menor medida por la generalización de las asignaciones
familiares), que si bien es cierto en la medida que no se da, puede afectar a
un número mayor de trabajadores, en realidad genera las mayores protestas entre
los que ya estaban incluidos en el pago del impuesto, y que sufren mayores
descuentos por la inelasticidad de la “tablita” de las alícuotas (no la de
Machinea de las deducciones): el fluido diálogo de Moyano con los opositores,
en especial los radicales (típica representación política de la clase media),
escenifica mejor que nada el sustrato social de la protesta en éste caso en
particular, más allá del oportunismo recíproco que lleva al acercamiento.
En mi opinión, todos esos aspectos están íntimamente vinculados entre
sí; y hasta lo que el gobierno presentó como un ejemplo de previsibilidad
económica y fortaleza ante la crisis (valores apreciados por el imaginario de
las clases medias, si los hay); como fue el pago del BODEN 2012, termina
reciclado en clave de bronca: la de buena parte del 78 % de los atrapados por
el “corralito” que se desprendió de los títulos, por haberse creído su propio
relato apocalíptico sobre el futuro del país, lo que los llevó a perderse lo que terminó siendo un buen
negocio.
Todos los puntos señalados (a los que pueden añadirse los trastornos que ocasionan las trabas a las importaciones, en especial respecto de ciertos consumos habituales que se podrían calificar de suntuarios) configuran una especie de "resoluciones 125" diseminadas en diferentes sectores de la clase media: lesionan o afectan intereses, pero más aun avanzan sobre ciertos imaginarios culturales muy arraigados; como las diferentes formas de evasión y elusión de impuestos, o la idea de que ciertos subsidios estatales -como los de los servicios públicos o la educación privada- son derechos adquiridos sobre los que el Estado no puede avanzar.
Esos "indignados" (comparemos el origen de la bronca, con la que dispara la indignación en Europa y EEUU) terminan verbalizando y canalizando su bronca con reclamos "libertarios", moralistas o institucionalistas ("no es por los dólares, sino por la libertad" gritaban los caceroleros), o por los avances del Estado que son vistos como el preludio de la chavización argentina, como la expropiación de YPF.
Esos "indignados" (comparemos el origen de la bronca, con la que dispara la indignación en Europa y EEUU) terminan verbalizando y canalizando su bronca con reclamos "libertarios", moralistas o institucionalistas ("no es por los dólares, sino por la libertad" gritaban los caceroleros), o por los avances del Estado que son vistos como el preludio de la chavización argentina, como la expropiación de YPF.
Y son sectores que terminan siendo expresados y editorializados por los medios hegemónicos, en especial Clarín y sus satélites;, con los que tienen algo en común: ambos no pueden decir por qué
realmente protestan, como le pasa al multimedios con la amenaza que implica para sus negocios el advenimiento del 7 de diciembre y la aplicación de la cláusula de desinversión de la ley de medios.
Y a su vez en la medida que esos "indignados" lo están tanto por la acción del gobierno, como por la inacción y desmadre de la oposición, expresan una gran orfandad política; y asumir como imperativo llenarla le plantea a la oposición un gran dilema: sus referentes no pueden defender
públicamente el verdadero núcleo duro de los reclamos (que tienen que ver con las medidas del gobierno que se enumeraron antes); y si se constriñen a repetir el discurso público de la indignación (que es el editorializado por los medios) sobre la falta de libertades, el crecimiento de las tendencias autoritarias y expropiadores del kirchnerismo o la corrupción, su "techo" de crecimiento político está muy cerca, y la posibilidad de captación de otros sectores, es una utopía.
Clarín intenta crear mal humor social o explotar el que existe en ciertos sectores por los hechos señalados, para crear un clima de convulsión política que influya en la percepción de los tribunales (poder sensible a los climas si los hay) de cara al 7 D: la estrategia puede ser buena para arrimarle ráting a Lanata (aunque pierda con Marley), pero insuficiente en términos políticos porque lo que verdaderamente buscan es al revés: que Lanata les arrime consenso social a ellos, para generar una plataforma de viabilidad a la defensa de sus intereses.
Pero hay una insuficiencia de las herramientas escogidas y de la credibilidad de ese discurso (en el que ya no se habla tanto del dólar ni del derrumbe económico como de Ciccone, el sainete del subte porteño leído en clave de "Casa tomada" de Cortázar, la Cámpora en los jardines de infantes o Vatayón Militante en las cárceles), como para generar las condiciones para modificar el cuadro político general; a lo que hay que añadir que -para las urgencias de Clarín, para la indignación de ciertas clases medias- las elecciones están lejos, y son legislativas.
Con lo cual termina generándose una encerrona política que contribuye a empiojar el clima enrarecido que se vive, y que dificulta generar las condiciones para plantear en otros términos el debate político; trascendiendo la insoportable levedad de lo anecdótico para
concentrarse en un análisis más profundo de la cosa, y una acción en consecuencia, tanto para el gobierno, como para la oposición.
Sin dejar de anotar que, medido el asunto desde la perspectiva de encuadre general que da la crisis internacional y el despliegue de sus efectos en el país, el rumbo general elegido por el gobierno es el correcto en términos de priorizar el consumo y el empleo; y por esa razón la "indignación" (también contra la vulgata mediática dominante) no se extiende al núcleo duro de sus adhesiones electorales del 23 de octubre.
Y eso es lo que hace que -hoy por hoy- la estrategia opositora siga siendo defensiva, concentrada en impedir la re reelección de Cristina apelando al impedimento constitucional, más que a una praxis política de construcción de una alternativa seria de alternancia de cara al 2015; y que los conflictos principales se desplacen hacia el interior del oficialismo.
Datos que marcan una nítida diferencia con la 125 original, y que son necesarios tener en cuenta para no dejarse aturdir por el ruido de las quejas de los "indignados".
Sin dejar de anotar que, medido el asunto desde la perspectiva de encuadre general que da la crisis internacional y el despliegue de sus efectos en el país, el rumbo general elegido por el gobierno es el correcto en términos de priorizar el consumo y el empleo; y por esa razón la "indignación" (también contra la vulgata mediática dominante) no se extiende al núcleo duro de sus adhesiones electorales del 23 de octubre.
Y eso es lo que hace que -hoy por hoy- la estrategia opositora siga siendo defensiva, concentrada en impedir la re reelección de Cristina apelando al impedimento constitucional, más que a una praxis política de construcción de una alternativa seria de alternancia de cara al 2015; y que los conflictos principales se desplacen hacia el interior del oficialismo.
Datos que marcan una nítida diferencia con la 125 original, y que son necesarios tener en cuenta para no dejarse aturdir por el ruido de las quejas de los "indignados".
2 comentarios:
Pero como... ¿entonces en 2015 Carrió no va a ser candidata a Presidenta? Que indignación!
Por favor, hagamos algo, POR FAVORRR!
Tranquilo, que está negociando con Binner y Cobos quien la reemplaza
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