Sobre los destrozos que viene ocasionando el
gobierno de Macri en el patrimonio y la solvencia del Banco Nación con sus
políticas hemos hablado acá varias veces, la última de ellas en esta entrada:
decíamos entonces que tanto en el presupuesto del año pasado como en el de éste
año, la entidad fue obligada a transferirle utilidades al Tesoro por más de
35.000 millones de pesos, pero en ésta nota de La Política Online a la que
corresponde la imagen de apertura estiman la asistencia financiera en 80.000
millones de pesos el año pasado, y una cifra similar para este año.
Eso genera
lógicamente un profundo proceso de descapitalización del banco, a lo que se
suma una progresiva falta de liquidez porque debe inmovilizar buen parte de sus
fondos (parte sustancial de los cuáles proviene de los depósitos del Estado
nacional, por ser su agente financiero) renovando la suscripción de las LELIQ’s
que emite el Banco Central para intentar contener al dólar. Y tal como se
señala en la nota y a la inversa de los bancos privados, el Nación no puede
decidir por sí mismo no renovar esos títulos para hacerse de pesos, porque debe
obedecer a la estrategia marcada por el gobierno.
A eso debe sumarse
que en las últimas jornadas del mercado cambiario se lo obligó a vender sus
dólares por debajo del precio del mercado para contener la disparada del
billete verde, cuando la suba de las tasas de interés se revelaba inútil a esos
fines. Y la solución que encontró el gobierno a la falta de liquidez del Nación
fue armar un depósito a plazo fijo en el banco de 5000 millones de pesos por
dos meses, del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de ANSES.
La tasa que paga el
Banco por el plazo fijo es del 41,5 %, pero como cualquier banco se da vuelta y
por la otra ventanilla le presta esos mismos fondos al Banco Central
suscribiendo LELIQ’S al 63,85 %; claro que, como dijimos, está obligado a
renovarlas hasta que el gobierno vea como hace para desarmar la nueva bomba que
creó en reemplazo de las LEBAC’s.
Desde la ANSES
justifican la inversión hecha “con la plata de los jubilados” en que la tasa
que cobrarán por el plazo fijo está dentro de la media del mercado, pero está
claro que el propósito es otro: sumarle liquidez al Nación, que la perdió por
las medidas del gobierno, que lo vienen saqueando, como consecuencia -una más-
del acuerdo con el FMI. Con la responsabilidad de la parte de la oposición que
votó los presupuestos del año pasado y de éste, que lo obligan a transferir las
utilidades al Tesoro, y descapitalizarse.
Y si bien hace seis
meses que no hay informes de la evolución de los activos del FGS, en el último
disponible constaba que apenas un 3,2 % de ellos son colocaciones a plazo fijo
en los bancos, e incluso en diciembre del 2015 (con otro nivel de tasas) eran
menos: apenas el 1,3 %.
El financiamiento
intra Estado no es malo, todo lo contrario: es preferible a la toma de deuda en
moneda dura, con acreedores privados del exterior, cediendo además soberanía.
El problema es cuando se lo usa exclusivamente para sostener un modelo de
valorización financiera y fuga de capitales, que destruye salarios, empleo,
producción y hasta el capital de las empresas: el Banco Nación termina pidiendo
un préstamo por problemas de liquidez causados por suscribir títulos públicos
destinados a alimentar la bicicleta financiera para que no se dispare el dólar
y con él, se esfumen las chances electorales del gobierno.
Y la plata que le
prestan (que proviene, como dijimos, de “la plata de los jubilados”) es siete
veces menos que lo que transfirió en los últimos dos años solo en concepto de
utilidades al Tesoro, para poder cumplir con la meta de “déficit cero” y ajuste
fiscal pactados con el FMI, para generar excedentes de recursos públicos para
pagar deuda; en su mayoría contraía para financiar la fuga de capitales, y así
en un loop eterno.
Son ni más ni menos
que las consecuencias de haberle entregado los destinos del país a una banda de
saqueadores que, lejos de aquellos delirios de la “nueva derecha moderna y
democrática”, odian lo público y al Estado, al que solo ven como una
oportunidad para hacer negocios mediante regulaciones favorables a sus propios
intereses, o un botín apetecible que debe ser desguazado y repartido entre las
distintas fracciones del capital.
En el caso del
Banco Nación -una de las “joyas de la corona”, que hasta logró salvarse de las
privatizaciones del menemismo- tanto lo odian, que acaban de designar en su
vicepresidencia al inútil de Lucas Llach, luego de su exitosísimo paso por el
Banco Central, en éste mismo gobierno, en compañía del inolvidable Federico
Sturzenegger.
1 comentario:
Designar a Llach en el Banco Nación, es como poner a Mirta Legrand a cargo del Instituto Balseiro.
Pero lo que habría que preguntarse es que porcentaje de empleados del Banco Nación votaron a Macri.
En un sector tan sensible con el impuesto a las ganancias (impuesto que hoy siguen pagando, y pagan un porcentaje mayor que en 2015),
no menos del 60% de esos empleados votó al que hoy ejecuta el vaciamiento del Banco. Y con perspectiva inmediata de reducción de personal, en la que caerán muchos de sus votantes.
¿Tenemos que volver y ocuparnos de salvar a éstos imbéciles?
El Colo.
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