LA FRASE

"HABÍA DOS BOTONES, UNO VERDE Y OTRO ROJO, Y YO PENSÉ "EL ROJO DEBE SER PARA VOTAR A FAVOR DE CUBA"." (DIANA MONDINO)

lunes, 21 de diciembre de 2020

EL PROBLEMA NO ERA CRISTINA

 


El discurso de Cristina el otro día en La Plata seguirá dando tela para cortar por bastante tiempo. Una de las frases más importantes -al menos para nosotros- fue cuando recalcó que la unidad opositora fue importante para ganarle al macrismo, pero que sin la memoria social de los 12 años y medio de gobiernos kirchneristas, la unidad no hubiera servido para nada.

Marcaba así la cancha al interior del "Frente de Todos", donde hay muchos -comenzando por Alberto y Massa, que estaban en el escenario- que fueron muy críticos en su momento de su gobierno, y de sus decisiones. Más que un pase de facturas, una invitación a reflexionar en el contexto de un discurso en el que también marcó claramente cual debe ser el rumbo del gobierno, en dos cuestiones claves: la política económica y la actitud política frente a los factores de oposición.

Unos meses atrás ensayábamos en ésta entrada una reivindicación del segundo gobierno de Cristina (considerado "malo" incluso por muchos que hoy son "propios"), sobre la base de un hecho  actual: las iniciativas más remarcables del actual gobierno consisten en retomar otras de ese gobierno (como el Procrear),  o en volver a reponer cosas que estaban en el gobierno de Cristina, y el macrismo sacó (el "blindaje" de los activos del FGS de ANSES, por ejemplo).

Alguno podría decir que ese gobierno distó de ser perfecto -nadie sostiene lo contrario- y que los que lo criticaban entonces podían tener buenas razones, porque no imaginaban lo que vendría después. Tan cierto como que a los procesos políticos hay que juzgarlos en perspectiva histórica y pensar bien antes de abrir la boca, porque ya por entonces sí estaba claro de donde veníamos -la implosión de la convertibilidad y el estallido del 2001- y contra quienes nos teníamos que enfrentar. Si los "autocríticos" (de los otros) de entonces no estaban dispuesto a hacerlo -algunos incluso no lo están hoy- el problema es otro, no Cristina.

Señalamiento que es preciso hacer porque en las críticas a los gobiernos kirchneristas (en especial a los de Cristina) "desde adentro" se asumió muchas veces el discurso del adversario, dando por sentado que el problema era preponderante o exclusivamente ella: sus modos, su estilo político, su temperamento. Reconocer hoy que eso no era sí y la cosa es un poco más compleja, sería un necesario acto de honestidad intelectual de parte de algunos; por ejemplo de los que, después de años cuestionando las cadenas nacionales o los patios militantes, nos cuentan ahora que los problemas del gobierno de Alberto "son de comunicación", cuando no hay ni una cosa ni la otra.   

Pero volvamos a situarnos en los tiempos de Cristina, para releerlos en clave actual. Por ejemplo esto: ya entonces se ensayó en más de una oportunidad la convocatoria a parte del empresariado más importante a hacer su aporte en el desarrollo del país, y la respuesta no distó mucho de la que hoy obtiene Alberto cuando lo intenta. En palabras de Claudio Scaletta, nuestra esplendente burguesía nacional no es "demandante de desarrollo".

Muy por el contrario, el núcleo más poderoso del empresariado representado en la AEA, apenas pudo organizar una opción política, respaldó con armas y bagajes una nueva experiencia neoliberal de desregulación de capitales, valorización financiera y fuga, y hoy le está reclamando al gobierno, en líneas generales, volver a ese modelo; yendo más allá de no  apoyar un modelo de desarrollo integrado e inclusivo: lo sabotean a cada paso que se intenta dar en ese sentido, por pequeño que sea. 

En ese mismo contexto -porque de allí vienen y a esos intereses tributan- se inscribe el rol de los medios y el del aparato judicial: recordemos que a Cristina se le cuestionó haber invertido demasiada energía en la disputa con Clarín por la ley de medios, y en intentar avanzar hacia el 2013 con reformas en la justicia. Hoy, el grupo que obtuvo de Macri la mutilación de la ley y de Alberto la promesa pública de no intentar restaurarla, está en pie de guerra desde el primer contra un gobierno que se mostró y se muestra "no beligerante" hacia ellos: por estas horas pasaron del "TN puede desaparecer" de los tiempos de la LSCA, a "Nos podemos quedar sin Internet", por el intento oficial de establecer un plan básico universal de acceso a los servicios de internet y telefonía celular.

Que decir de la justicia, que ya no se haya dicho. Que ni siquiera está dispuesta a permitir que avance la reforma judicial planteada por Alberto, mucho más tímida y limitada que el paquete de leyes que Cristina logró aprobar en su mandato, y la Corte declaró inconstitucionales por una simple acordada. Por otro lado, la oposición política más importante -"Juntos por el Cambio"- sigue hoy en pie de guerra como lo estuvo entre 2003 y 2015: allí todos se pelean por ver quien encarna posiciones más linderas con lo golpista y deslegitimador del gobierno, y parecen surgir a diario -parafraseando al Che- uno, dos, cien Carrió: la pitonisa naranja sigue marcándoles el discurso y la praxis, como en sus mejores tiempos.

Todo eso sin contar lo que son factores condicionantes estructurales de nuestro desenvolvimiento social, político y económico, que no los inventó Cristina ni surgieron durante sus gobiernos: la restricción externa y el acceso a las divisas, la necesidad (puntualizada los otros días por Cristina) de contar con un sistema de salud integrado entre los distintos subsectores, la búsqueda del autoabastecimiento energético, la problemática de los servicios públicos y las tarifas (hoy queda claro que no es tan sencilla la "sintonía fina" para direccionar los subsidios), el financiamiento del sistema previsional y la movilidad de las prestaciones, las relaciones con el capital financiero o el grado de "apertura al mundo". 

Tomemos un ejemplo final para ver hasta donde los gobiernos de Cristina deben ser revalorizados, en su contexto: los fondos buitres y la deuda. Por entonces se decía que no se arreglaba con los que quedaron afuera de los canjes por obcecación, y de ese modo se le impedía al país "volver a los mercados" cuando las condiciones de tasas eran accesibles y convenientes. Todos sabemos que pasó: se rifó el amplio apoyo internacional conseguido por Cristina en una capitulación incondicional con los fondos buitres apenas asumió Macri, que solo sirvió para reiniciar otro ciclo de endeudamiento, cuyas consecuencias estamos padeciendo hoy, como condicionante estructural a futuro. 

Y después de haber cerrado de modo más o menos razonable el acuerdo con los acreedores extranjeros en moneda dura para iniciar un proceso de financiamiento en pesos en el mercado local de capitales -disminuyendo así un crónico factor de vulnerabilidad de nuestra economía-, hubo que salir a frenar una corrida contra el peso apelando -entre otros instrumentos- a emitir deuda en dólares a tasas insostenibles, para permitirles desarmar posiciones y salir a los principales fondos inversores que financiaron el modelo macrista de valorización y fuga:  aunque algunos que hoy son funcionarios hasta escribieron libros explicando como ellos lo harían mejor, no era tan fácil ser Cristina.

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