SE BUSCA CONGRESO, BARATO Y QUE NO SEA UNA ESCRIBANÍA. RENDIMIENTO MÍNIMO 100 LEYES AL AÑO

Vemos en Clarín de ayer este informe de una de esos tantos "centros de estudios" que pululan por allí, y que desde los 90´para acá florecieron como hongos, sobre la evolución de los gastos en el Congreso desde el 2004 para acá.

Y la verdad es que uno los lee y no termina de tener en claro hacia donde apuntan, pero algo es seguro: apestan a la más rancia antipolítica, como que por ejemplo miden la "eficacia" de un Poder Legislativo por la cantidad de leyes que saca (y no por la trascendencia de los temas que discute, por ejemplo), o llega al punto de elogiar lo poco que creció el gasto del Congreso entre el 2001 y el 2004: o sea, en medio de la peor crisis de la historia argentina.

Informes berretas, absolutamente descontextualizados, sin comparación con nada, porque por ejemplo habría que preguntarse cuanto creció la inversión pública o el gasto en seguridad social o educación desde el 2003 para acá, y seguramente será más (muchísimo más) que el 603 % del que se habla para el gasto legislativo.

Ni hablar por ejemplo la jubilación mínima (que debe estar acumulando casi un 1000 % de aumento desde el 2003), el Salario Mínimo, Vital y Móvil, los sueldos docentes o los de los trabajadores de la actividad privada, como corresponde a un proceso de crecimiento que lleva más de ocho años.

Más serio hubiera sido por ejemplo (como se hizo con la ley de financiamiento educativo) comparar el porcentaje del Presupuesto Nacional que se llevó, año por año, el Poder Legislativo, y evaluar ese dato a ver si marca algo relevante.  

Montado en el rechazo social al aumento de las dietas de los legisladores (¡qué fácil es hacer política con eso!: hasta Pino Solanas y Victoria Donda lo pueden hacer), el informe trata de demostrar que el Congreso en los tiempos del kirchnerismo es una especie de orgía de derroche y gasto público inútil y sin control, que no se traduce en un mejor funcionamiento; y por el contrario, parece añorar el Congreso menemista de los diputruchos, o el de De La Rúa, de los sobres y la Banelco.

Sin embargo, como descontextualizado que está, obvia hechos que el propio informe constata; como por ejemplo que los peores años en la producción legislativa desde la vuelta a la democracia fueron el 2010 y el 2011, es decir, cuando la oposición (a través del famoso "Grupo A") controlaba ambas Cámaras, e intentó imponerle su agenda al gobierno de Cristina, en um mamarrachoso (y fracasado) ensayo de gobierno parlamentario.

O que lo que se gasta en el Congreso (poco, mucho, bien o mal) es fruto de la decisión de todos los bloques legislativos: oficialistas y opositores; lo que implica que estos últimos cuando le reprochan al kirchnerismo el elevado gasto público (con expresiones demagógicas al uso como "la plata de los jubilados", o las críticas a la publicidad oficial o el "Fútbol para Todos"), están siendo bastante hipócritas.

Porque cuando ellos tienen la posibilidad de tener ingerencia en decisiones sobre gastos con dineros del Estado ("la plata de mis impuestos", diría Majul), no son precisamente cuáqueros austeros: de hecho, las alianzas y rupturas tienen que ver básicamente con eso, el acceso al manejo de las "cajas" parlamentarias, con su bolsa de contratos, subsidios, becas, pasajes, nombramientos y demases.

Y conste que no lo criticamos, sino simplemente lo señalamos para contextualizar como son las cosas.

Este tipo de análisis pseudo institucional (repetimos: extraídos del manual de la más rancia anti política) se cruzan por estos días con una sorprendente "izquierdización" del discurso de los medios hegemónicos, donde por caso la preocupación por la minería y sus efectos contaminantes, la represión de la protesta social o el espionaje político interno pasan a ser temas de tapas, y los dirigentes de las diferentes sectas de izquierda tienen de golpe acceso a espacios que antes les estaban vedados, excepto cuando la reforma política del kirchnerismo garantizó la equidad en ese aspecto, al menos en los medios audiovisuales, durante la campaña electoral.

Clima raro el resultante de la conjunción de todo eso, donde Victoria Donda dice cosas (como lo de las dietas de los legisladores) que podria suscribir sin dudas Cyntia Hotton o el diputado Olmedo, o Clarín investiga el espionaje de Gendarmería a los activistas sociales y opositores, mientras La Nación se preocupa por la minería a cielo abierto.

Por momentos parecen esfuerzos denodados por recrear un cierto espíritu cacerolero (rascando en el fondo de la lata, en busca de una masa crítica de indignados a la europea) propio de diciembre del 2001; vano esfuerzo en un país que -afortunadamente- ha cambiado mucho desde entonces, y para mejor.

Aunque algunos no se den cuenta, y digan todo el tiempo que estamos igual que entonces, o peor.  

Y que sigue teniendo muchos problemas, y graves, pero ninguno se va a solucionar con este tipo de pelotudeces.