No se trata de que
Macri no sea él mismo un mafioso hijo de puta, solito y sin ayuda: está claro
que trata de imponer a como de lugar un programa de exclusión económica y
social, sin que nadie proteste o se oponga. Y si protesta o se opone, ha
demostrado también estar dispuesto a permitir (o directamente ordenar) que lo
caguen a palos, aun en un año electoral.
O sobre todo por
tratarse de un año electoral, lo que nos lleva al punto al que queremos llegar,
que son las acechanzas “mafiosas” que rodean a Macri, pero no desde el
sindicalismo o la oposición política, sino desde el campo propio. El “fuego
amigo”, digamos.
Porque como decía
Perón, “a la gallina hay que desplumarla, pero sin que grite”, y he ahí lo que
le está fallando a Macri en su intento de desplumarnos: la gallina grita, y
todo indica que irá gritando cada vez más.
De allí que para
una derecha que llegó al poder por el voto (lo que supone tanto una
legitimación previa para sus políticas, como límites concretos para ejecutarlas
que no tendría una dictadura) se trata de resolver el acertijo de desplegar
políticas impopulares, tratando de
encrespar lo menos posible los ánimos; o de no agregarse conflictos
innecesarios o evitables, más de los que se crea a sí misma con esas políticas.
En ese sentido, la
marcha del aluvión geriátrico (la imagen se la afanamos a alguien en Twitter)
del “1ºA” del núcleo duro de sus votantes pidiéndole directamente leña para la
protesta social que Macri leyó como un aval para dispensarla, se vuelve más
temprano que tarde un problema más que una base de apoyo; porque ese tipo de
discurso está a milímetros de decantar en la anti-política (al estilo del “que
se vayan todos” del 2001), si es que ya no está allí. Pero no es el único caso,
y si no veamos:
* La “tribuna de doctrina”
de La Nación, sus editorialistas, columnistas y foristas, agitando las críticas
a la política de derechos humanos, reclamando “memoria completa”, prisión
domiciliaria “por razones humanitarias” para los genocidas y en definitivas, el
final de los juicios.
* Magneto, el
emporio Clarín y sus medios y escribas a sueldo con su obsesión por meter presa
a Cristina, y por la cacería de todo cuanto kircnnerista ande suelto, para
seguir la misma suerte.
* El grupo de tarea
formado por los jueces y fiscales “adictos” de Comodoro Py, que tanto le
persiguen un opositor como le fondean una causa que compromete al gobierno,
pero que más tarde o más temprano le pasarán la factura; previsiblemente cuando
las encuestas (o mejor aun, las urnas) marquen que el gobierno tiene olor a
calas y nardos.
* Lo mismo vale
para los servicios de inteligencia desbocados, que hoy pinchan teléfonos y
carpetean opositores reciclando la información a través del dispositivo de
medios oficialistas, pero que al mismo tiempo están seguramente acumulando
“información sensible” sobre el presidente, su familia y sus funcionarios, para
usarla en el momento oportuno; lo cual en un gobierno con tantos esqueletos en
el placard y tanta sociedad, negocio, cuenta y papel sucio dando vueltas por
allí, sería realmente un serio problema.
* La cúpula de las
fuerzas de seguridad federales (y un pasito más atrás, las de las fuerzas
armadas) a las que les soltaron el bozal y la correa para reprimir las
protestas, que se van subiendo el precio a medida que van poniendo su libra de
carne de docente, sindicalista o piquete garroteado. ¿Podría un gobierno en
esas condiciones resistir un auto-acuartelamiento demandando aumentos de
sueldos, por ejemplo?
* La “famiglia”,
comenzando por papá Franco y siguiendo por los primos Angelo y Niky, y
extendiéndose a los ex SOCMA (como Colunga, o Grindetti) o ex Boca (como
Arribas), y su apuro desmesurado por acomodar los papeles, resolver los
negocios abiertos(como el Correo), o manotear otros (como lo de las low cost);
como si la ventana de oportunidad excepcional que les dispensó el balotaje, se
fuera a terminar mañana mismo. ¿Y si aparece en algún momento por ese lado el
arrepentido que tanto buscan en el kirchnerismo?
* En el mismo
sentido los amigotes del Newman y los CEO’s del gabinete (Aranguren, Quintana,
Peña, Braun y siguen firmas) que también quieren su pedacito de la mordida; al
igual que los nuevos “expertos en mercados regulados” (como diría Pagni) al
estilo de Mindlin, o Elsztain; que presionen en busca de nuevos “nichos de
negocios” que dependen de decisiones del gobierno.
* Los grandes
empresarios nucleados en la AEA, que mientras remarcan a la pavote se quejan de
la inflación, y apuran al gobierno por las “reformas para bajar el costo
argentino”, aunque sean social y políticamente indigeribles: la flexibilización
laboral, y la baja de impuestos y contribuciones patronales.
* Los radicales,
sus experimentos feudales de control de la negrada (como en Jujuy y ahora
Mendoza), su trauma no resuelto por no poder finalizar los mandatos cuando
gobiernan, y su cada vez más indisimulable operativo de reivindicación de De la
Rúa. ¿Será ése el nombre que tiene in péctore Lombardi para el CCK?
* Los grandes
grupos exportadores como Techint, Azular, Acindar, las cerealeras, el complejo
aceitero y la Mesa de Enlace; que le hacen el aguante al gobierno hasta las
elecciones, pero por lo bajo ya están pidiendo un dólar a 20 o 25 pesos, más
otra baja de retenciones (donde cabe), o más reintegros a las exportaciones, o todo
eso junto.
* Los bancos, que por el contrario, presionan para
que siga la suba de tasas, el dólar barato, el “carry trade”,y
el festival de LEBAC´s y pases; mientras que los que integran junto con las
calificadoras el “club de la deuda” y sus gestores en el gobierno (como Caputo)
ofrecen zambullirse más y más en la orgía de “la vuelta a los mercados”.
* La DAIA, la AMIA
y el sector de la colectividad que tributa a la política exterior de Israel y
las operaciones de la derecha norteamericana, empiojando la investigación de
las causas de la AMIA, el encubrimiento del atentado, la muerte de Nisman y su
denuncia contra Cristina.
El orden es
antojadizo, no indicativo de la gravedad de cada problema, que es obviamente de
variada intensidad, ninguno desconocido por Macri ni combatido por él (al menos
en público); que con su estilo banana flota por encima de los problemas, y cree
que puede usar a cada uno cuando le conviene.
Pero en realidad
todo ellos quieren su pedazo de Macri, imponiéndole la atención prioritaria de
“su” agenda, por sobre todas las demás; y así juntos terminan complicándole aun
más la cosa.
La duda es si el
hombre tiene lo que hay que tener para poderlos manejar, porque como bien dicen
y además de sus (ostensibles) carencias propias, no hay peor astilla que la del
mismo palo.
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