Ensarte como ristra de chorizos un montón de lugares
comunes que en el fondo no quieren decir nada, pero escritos de tal modo que
parezcan reflexiones profundas y -esto es crucial- originales suyas.
Despotrique contra la política,
los políticos, sus roscas, internas y enfrentamientos, aunque le den de comer
porque vive de eso, que es básicamente sobre lo que escribe siempre.
Nunca -pero nunca de los jamases-
aporte una sola fuente corroborable de la “información reservada” que tira, y
prescinda en la medida de lo posible de señalar datos concretos y medibles.
Si se ve obligado por alguna
razón a romper la segunda parte de la regla anterior, jamás en la puta vida
amplíe o señale la fuente de la que obtuvo el dato: apele a la credibilidad que
su palabra ha generado entre los lectores/televidentes/oyentes.
Lamente siempre -esto es
importante y no debe faltar- la decadencia nacional y lo bajo que hemos caído
como país, por culpa de la política, los políticos, los sindicatos y los
sindicalistas.
Jamás incluya en la crítica a los
empresarios, que deberán ser presentados como víctimas permanentes de los
constantes cambios de las reglas de juego.
Busque el modo de echarle siempre
la culpa de todo lo que anda mal (sea que efectivamente ande mal, o que a usted
no le guste, trate de que no se note la diferencia) al peronismo en todas sus
formas y manifestaciones; salvo que se trate del peronismo que le gusta a la
gente que es antiperonista, como Reutemann, pongámosle.
Escriba siempre en difícil,
usando muchas palabras del castellano antiguo, sacadas de un diccionario de
sinónimos, citando algún autor de algún libro (no es imprescindible que haga al
tema tratado): pasará por ilustrado, y ayudará a disimular que en el fondo, no
está diciendo nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario